Una con el universo

Respiro. El aire entra suave y sutilmente en mis pulmones. Y exhalo desde las entrañas.

Me imagino cómo se van deslizando los granos de arena de un reloj. Cayendo a su ritmo, con compás.

Acaricio mi tez con la palma de mi mano y con las puntas de los dedos juego a hacerme cosquillas en el antebrazo.

Estoy aquí y ahora. En paz. Conmigo. Con el todo.

Respiro. El aire entra suave y sutilmente en mis pulmones. Y exhalo desde las entrañas.

No hay tiempo ni hay nombres.

Soy una con el universo. Y él lo es conmigo. Eso me da serenidad. Confianza. Fe.

En ese intervalo entre que cae un grano y aún permanece otro arriba, justo en ese momento, el mundo se paraliza. Se crea un microespacio en donde habita la nada y habita el todo.  

No hay recuerdos, no hay deseos. No hay miedo, ni ansiedad.

Respiro. El aire entra suave y sutilmente en mis pulmones. Y exhalo desde las entrañas.

Todo es perfecto como es, aunque no lo sea.

Lo que viene y lo que va, en extraordinaria armonía.

Y mis manos en lugar de mostrar llagas, lucen luchadoras.

Porque en el momento presente no existe otra imagen más que la de la quietud.

La certeza de lo incierto.

El equilibrio de lo desmoronado.

La luz de lo oscuro.

Respiro. El aire entra suave y sutilmente en mis pulmones. Y exhalo desde las entrañas.

Es que soy una con el universo.

Ilustración de Caitlin Shearer

Incertidumbre

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